Capítulo 3: Rodeado por el enemigo
La vida cotidiana de los defensores.
La vida en una casa sitiada era una lucha constante por la supervivencia. Cada día comenzaba y terminaba con el acompañamiento de bombardeos de artillería y ametralladoras. Los combatientes dormían por turnos, rara vez más de dos o tres horas seguidas. La comida era escasa: principalmente galletas saladas y comida enlatada. Pero el problema más acuciante era la falta de agua.
El Volga estaba muy cerca, pero llegar allí significaba pasar por un auténtico infierno. Cada viaje en busca de agua era similar a una operación militar. Los soldados se arrastraron bajo un intenso fuego, arriesgando sus vidas por unos cuantos frascos de la preciosa humedad. A menudo estos ataques terminaron en pérdidas.
A pesar de todas las dificultades, los defensores encontraron la fuerza no sólo para luchar, sino también para cuidar de los civiles escondidos en el sótano. Particularmente conmovedora fue la historia de la pequeña Zina Andreeva, a quien los soldados tomaron bajo su protección, compartiendo con ella sus escasas raciones y protegiéndola de los peligros de la guerra.
Tácticas de defensa
La defensa de la casa de Pavlov fue un ejemplo de arte militar en el combate urbano. Cada combatiente conocía su sector de responsabilidad y actuó como parte de un mecanismo bien coordinado.
Los francotiradores ubicados en los pisos superiores eliminaron metódicamente a los oficiales y observadores enemigos. Los ametralladores mantuvieron bajo fuego los accesos a la casa, impidiendo que el enemigo se acercara. En los pisos inferiores se encontraban equipos de fusiles antitanques, preparados para enfrentarse a los vehículos blindados enemigos.
La inteligencia jugó un papel especial. Los combatientes observaban constantemente al enemigo, registrando cualquier cambio en su ubicación y número. Esta información fue transmitida al mando y a los artilleros, lo que permitió lanzar ataques precisos contra concentraciones de fuerzas enemigas.
Repeler ataques
Los alemanes atacaron la casa de Pavlov con ferocidad, comprendiendo su importancia estratégica. Casi todos los días los defensores tuvieron que repeler varios ataques.
l ataque del 5 de noviembre de 1942 fue especialmente violento. El enemigo envió una compañía de infantería, apoyada por tanques, para asaltar la casa. Parecía que esta vez la pequeña guarnición no pudo resistir. Pero los defensores se enfrentaron al enemigo con intenso fuego de todo tipo de armas. Los francotiradores derribaron a los oficiales, los ametralladores derribaron a la infantería y los equipos de PTR derribaron dos tanques. Después de varias horas de feroz batalla, los alemanes se retiraron, dejando decenas de muertos y heridos en las proximidades de la casa.
Esta batalla fue uno de los episodios más llamativos de la defensa, mostrando lo que un puñado de combatientes decididos pueden hacer al defender sus posiciones.
Capítulo 4: Hazañas y héroes
Yakov Pavlov: el sargento que se convirtió en símbolo
Yakov Fedotovich Pavlov, sargento del 42.º Regimiento de Fusileros de la Guardia, se convirtió en un símbolo de la defensa de la casa que ahora lleva su nombre. Difícilmente se puede sobreestimar su papel en la captura y organización de la defensa inicial del edificio.
En los primeros días, cuando un puñado de combatientes ocupaba la casa, fue el ingenio y el coraje de Pavlov lo que ayudó a sobrevivir. Dirigió personalmente la defensa, distribuyó tareas entre los soldados y los inspiró con su ejemplo.
Uno de los episodios más llamativos está asociado al momento en que un tanque alemán atravesó las mismas paredes de la casa. Pavlov, arriesgando su vida, subió al tejado y arrojó una bomba molotov. El tanque se incendió y su tripulación quedó destruida.
Por su valentía, Yakov Pavlov recibió el título de Héroe de la Unión Soviética.
Ivan Afanasyev: estratega de defensa
El teniente Ivan Filippovich Afanasyev llegó a la casa de Pavlov con refuerzos y asumió el mando general de la defensa. Su experiencia militar y su pensamiento táctico jugaron un papel clave en la organización de la defensa a largo plazo.
Afanasiev desarrolló un sistema contra incendios en el que cada sector era disparado desde al menos tres puestos de tiro. También organizó un sistema de vigilancia que permitió controlar todos los accesos a la casa.
Las cualidades de liderazgo de Afanasyev fueron especialmente evidentes durante uno de los ataques enemigos más feroces. Cuando parecía que los defensores se estaban quedando sin fuerzas, el teniente personalmente dirigió un contraataque, empujando a los alemanes hacia atrás desde las paredes de la casa.
Otros héroes de la casa de Pavlov.
Cada uno de los defensores de la casa de Pavlov fue un héroe y cada uno contribuyó a la victoria general:
Alexey Sobgaida , ametrallador, cuya ametralladora no paraba día y noche, repeliendo los ataques enemigos. Una vez, cuando su ametralladora se atascó en medio de una batalla, Sobgaida, sin perderse, desmanteló y reparó el arma bajo un intenso fuego enemigo.
Taibek Murzaev , francotirador que aterrorizó a los soldados alemanes. Su precisión era legendaria: se decía que podía presionar un botón en el uniforme de un enemigo desde una distancia de varios cientos de metros.
Nikolai Ramazanov , señalizador que proporcionó comunicación vital con el mando. En repetidas ocasiones, bajo el fuego enemigo, restauró las líneas de comunicación dañadas, arriesgando su vida para que la casa no quedara aislada de las fuerzas principales.
Ilya Voronov , un ametrallador que, al resultar herido durante uno de los ataques, continuó disparando hasta perder el conocimiento por pérdida de sangre. Su tenacidad ayudó a repeler un ataque alemán particularmente feroz.
Turgun Abdurazakov , un uzbeko étnico que demostró ser un hábil lanzagranadas. En un momento crítico de la batalla, destruyó una ametralladora enemiga que inmovilizaba a los defensores en el suelo, permitiendo a sus camaradas reagruparse y hacer retroceder al enemigo.
Capítulo 5: La vida al límite: la vida en una casa sitiada
Lucha por cada gota
El agua se convirtió en un verdadero tesoro para los defensores de la casa de Pavlov. El Volga, aunque visible desde las ventanas de los pisos superiores, parecía inaccesible debido al constante fuego enemigo. Cada incursión en busca de agua se convirtió en una verdadera operación de combate.
Los combatientes desarrollaron tácticas especiales para estas campañas mortales. Por lo general, un grupo de tres o cuatro personas salía por la noche, al amparo de la oscuridad. Uno llevaba cantimploras vacías, otro lo cubrió con su arma preparada y el tercero estaba listo para brindarle primeros auxilios en caso de lesión.
El camino hasta el río, que en tiempos de paz no duraba más de cinco minutos, ahora se prolongaba durante muchas horas. Los soldados tuvieron que arrastrarse boca abajo y congelarse con cada destello de bengala. El más mínimo susurro podría atraer la atención de los francotiradores o ametralladores enemigos.
Un día, un grupo que regresaba con agua fue atacado con morteros. Dos resultaron heridos, pero el tercero, el soldado Alexander Kovalev, a pesar de una herida de metralla en la pierna, logró arrastrar los preciosos frascos a casa. Esta agua salvó la vida de muchos de sus compañeros en los días siguientes.
El hambre como compañera constante
El suministro de alimentos a la casa sitiada era extremadamente irregular. Los defensores tuvieron que estirar sus escasos suministros, limitándose a menudo a una galleta al día. Pero incluso en estas condiciones, encontraron la fuerza para compartir con los civiles escondidos en el sótano.
Los soldados hicieron milagros de ingenio, intentando diversificar su dieta. Recogieron ortigas y quinua que crecían en el patio de la casa, arriesgando sus vidas bajo las balas enemigas. A partir de estas plantas se preparaba una especie de sopa, añadiendo restos de conservas.
Especialmente conmovedora fue la preocupación por la pequeña Zina Andreeva. Los duros guerreros le dieron a la niña las mejores piezas, tratando de iluminar de alguna manera los horrores de la guerra para la niña. El sargento Pavlov incluso consiguió conseguirle unos terrones de azúcar, lo que en aquellas condiciones fue un auténtico milagro.
Medicina en el campo
Las lesiones y enfermedades fueron constantes compañeras de los defensores de la casa. La falta de atención médica y antisépticos adecuados hizo que incluso las heridas menores fueran potencialmente mortales.
El papel de médico en la guarnición lo asumió Nikolai Ramazanov, quien trabajó como paramédico antes de la guerra. Con la ayuda de herramientas caseras y un escaso suministro de vendajes, realizó verdaderos milagros, salvando la vida de sus compañeros.
Un día, el ametrallador Alexei Sobgaida resultó gravemente herido en el pecho. En condiciones normales, una herida así habría sido mortal, pero Ramazanov, utilizando una navaja e hilos extraídos de la seda del paracaídas, logró realizar la operación en el suelo del sótano. Sobgaida sobrevivió y volvió al servicio una semana después.
Capítulo 6: Guerra psicológica
Enfrentando el miedo
La tensión constante, la falta de sueño y los continuos combates ejercen una enorme presión psicológica sobre los defensores de la casa. Cada uno de ellos se enfrentaba a la idea de una posible muerte todos los días.
El teniente Afanasyev entendió que la moral de los soldados no era menos importante que las municiones y los alimentos. Organizó un sistema de apoyo mutuo, donde los combatientes más experimentados ayudaban a los jóvenes a afrontar el miedo y la incertidumbre.
Fue especialmente difícil por la noche, cuando el silencio se vio interrumpido por repentinos sonidos de disparos o explosiones de granadas. Para combatir la atmósfera opresiva, los soldados se turnaron para contar historias de la vida pacífica y compartir planes para el futuro. Estas simples conversaciones ayudaron a mantener a la humanidad en las condiciones inhumanas de la guerra.
Humor en primera línea
Sorprendentemente, incluso en estas terribles condiciones, los defensores de la casa encontraron un lugar para el humor. El humor negro se convirtió en una especie de mecanismo de defensa que ayudó a afrontar los horrores de la guerra.
Los soldados pusieron apodos a los francotiradores alemanes que los atacaron. Un tirador especialmente certero que les molestaba desde hacía varios días recibió el sobrenombre de "Penny Fritz" por su capacidad para acertar en los objetivos más pequeños. Cuando el francotirador Murzaev finalmente lo eliminó, se celebró en la casa una cómica ceremonia “en memoria” de “Fritz el Kopek”.
Incluso en los momentos más difíciles, los defensores encontraron fuerzas para bromear. Después de otro ataque fallido de los alemanes, el sargento Pavlov, con una mirada seria, sugirió "escribirles un pase al otro mundo, ya que corren tan persistentemente hacia allí". Esta frase se convirtió en una especie de lema de defensa, elevando la moral en los momentos más difíciles.